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20 enero 2012

El Origen revolucionario y contestatario del 23 de Enero

1958 Al arribar este año a una conmemoración mas del 23 de Enero, fin del gobierno Perejimenista ¿que reivindicamos? Los libros y reseñas oficiales sobre esa fecha están llenos de extensas biografías y glorificaciones a los sujetos que la historia considera como los únicos actores de aquella gesta. Si, le echaron un cerro e’ bolas. Pero para nosotros el cuento es otro. Es el barrio, el cerro como terreno permanentemente abonado para la insurrección popular. Y es que sin la actuación de estas trincheras urbanas, “conchas” de lucha del pueblo, de adecos alzaos (cuando estos servían pa’ algo, cuando eran hombres) y comunistas contra el gobierno de Pérez Jiménez la resistencia no hubiese existido. El origen revolucionario y popular del 23 de Enero de 1958 es representado por la historia oficial por escenas en las calles de Caracas de combatientes de estos barrios que arrancaban trozos del pavimento para arrojarlos contra quienes defendían a la dictadura, por los linchamientos de miembros de la Seguridad Nacional o colaboradores, “sapos”, ahora en desbandada por la caída del régimen, por saqueos a casas de los funcionarios del gobierno o la destrucción de las instalaciones de el periódico El Heraldo, al cual consideraban pro-perezjimenista. Esos hechos de arrechera popular no fueron solo un impulso colectivo aislado de destrucción sino la muestra de que en los barrios ya se venia dando la lucha desde hacia tiempo. Pero no, los que escriben esa vaina que se llama historia solo se refieren a los barrios como simpatizantes de la resistencia. El Barrio y sus intrincados callejones y laberínticas calles, eran escenarios de duros enfrentamientos entre la resistencia y el gobierno, pero también servían de “pire” para los ñangaras de ese tiempo después que ejecutaban alguna acción contra el régimen. Eran “la concha” desde donde se planeaban las acciones y se protegía la logística del “entrompe”. Eran fuente de financiamiento y solidaridad para con los que asumían la coñaza a plomo limpio. Pero también se caían a plomo del bueno y aportaban su dosis de militancia urbana espontanea, sin partido ni mas ideología que la de “cambiar el menudo por la morocota” Barrios como la Charneca, en los espacios de San Agustín recibían del gobierno una feroz represión de pólvora pero a su vez respondía desde sus cerros con plomo graneo, del grueso. Uno de los líderes de la resistencia para ese entonces, Leonardo Ruiz Pineda, muere en San Agustín, en la avenida principal, al ser descubierto por la policía política cuando regresaba a uno de sus escondites en esta parroquia, de allí que esta avenida hoy lleva su nombre. El Barrio como espacio y sujeto presente dinamizador de las luchas. Es allí donde esta la memoria, esa que poco cuenta para la historia oficial, memoria que vamos convirtiendo en leyenda durante esos sabrosos cuentos que solo se escuchan en medio de partidas de domino, caída o truco y las cervecitas de los fines de semanas en el callejón entre actores o testigos de la época de la dictadura.

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